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Por ADN de un familiar capturan a uno de los presuntos asesinos más escurridizos de todos los tiempos

Foto de Josh Brech

 
 Francisco Pérez Abellán
 libertaddigital.com
Titulo Original «Veinte años no es nada»

Tras veinte años de esfuerzo sostenido, la Justicia holandesa ha logrado la localización y captura en España de uno de los presuntos asesinos más escurridizos de todos los tiempos: Jos Brech, de 55 años, pederasta, buscado por la violación y asesinato de un niño de once años en Limburgo. Lo ha hecho tras una prueba multitudinaria de ADN sobre 21.000 individuos, la colaboración de un reportero de televisión experto en casos sin resolver y el testimonio espontáneo de un ciudadano. Tal y como están las cosas, sería difícil que eso mismo pudiera darse aquí.

Lo más parecido fue el asesinato de Eva Blanco, en el que la jueza se negó de forma persistente a autorizar una prueba masiva de ADN (ácido desoxirribonucleico) en el pueblo de Algete, Madrid. Pese a ello, casi veinte años después, la Guardia Civil, incansable, consiguió el ADN de un pariente del sospechoso y logró detenerle en Francia. Lo trajeron bien protegido y custodiado, pero aquí, de forma increíble, antes del juicio se suicidó en su celda.

El fallo de la jueza española fue como el del holandés errante, que cuando el crimen el forense estaba de vacaciones y tardó tres días en hacer la autopsia, por lo que no se llegó a saber la causa última de la muerte. En el caso del holandés, el criminal también fue señalado por la muestra biológica de un pariente.

No hay que escandalizarse por que la Justicia no creyera en el ADN, incluso hoy tiene muchas cosas que modernizar. Además, a los veinte años prescribe el asesinato, por lo que es muy posible que cualquiera de los casos sin resolver pasado ese plazo se quede sin respuesta. Suele utilizarse no obstante un truco efectivo, y es que el homicidio no prescribe exactamente a los veinte años, sino cuando se realiza la última acción judicial. Eso permite cierto desahogo. En el crimen del holandés, los hechos se produjeron el 10 de agosto de 1998 y la legislación holandesa es mucho más dura: incluso aplica la pena de prisión permanente sin que sea revisable.

En el apartado de colaboración ciudadana los españoles no tenemos nada que envidiar, y con toda seguridad habría siempre alguien dispuesto a identificar a un asesino a la fuga. Es lo que pasó con el que localizó en un bosque de Barcelona al huido Jos, experto montañero, especialista en supervivencia en cuevas de montaña, que según se dice escaló el Everest, del que el programa de televisión dedicado a crímenes sin resolver no se cansó nunca de recontar el enigma y mostrar la foto. Finalmente, la difusión de su rostro llevó a su captura.

Aquí los delincuentes no tienen ese peligro, tal y como está la televisión. En España no existe nada parecido al programa de Peter R. de Vries, «que ha apoyado a la familia durante dos décadas y que siempre ha estado ahí incluso en vacaciones», según los familiares. Cuando se recuentan aquí, los casos sin resolver resultan tan descosidos, deslavazados y confusos que pocas veces han removido conciencias. Apenas hay especialistas en casos antiguos, y se suele despreciar la experiencia de quien la tiene. El resultado es un totum revolutum para alimento de frikis del que no se saca nada en limpio.

Los medios de comunicación son imprescindibles en la lucha contra el crimen, para la prevención y la pedagogía. Ellos difunden la importancia del ADN y otras pruebas vitales para detener asesinos sexuales, como este de ahora, que supuestamente asaltó al niño de once años cuando dormía en su tienda de campaña en el campamento de verano del que él era monitor. Pero sobre todo mantienen viva la memoria de la infamia y fuerzan a su solución. Necesitan, claro es, los valores del rigor y el conocimiento.

Hay casos tan espectaculares como el que tratamos que demuestran que los crímenes tienen solución mucho más allá del tiempo transcurrido, y además las técnicas se perfeccionan constantemente, aunque no estén al alcance de todos y no sean de especial aprovechamiento en nuestro país, pero acabarán por imponerse. Importa por tanto que la difusión sea constante, exacta y correcta, con la línea editorial de ayudar a restablecer el orden roto.

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Fuente: https://www.libertaddigital.com/opinion/francisco-perez-abellan/veinte-anos-no-es-nada-85903/

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